La peruana más peligrosa tiene la
capacidad de romper autoestimas para siempre, de convocar al desprecio y
desangrar con él al contrincante. Es evanescente como el alma pero pegajosa
como el sudor de la costa. Siempre está al acecho preparada para degollar a
quien se presente. La peruana más peligrosa es asesina múltiple; se mueve como adjetivo, descansa como sustantivo
y brinca como verbo. En todo el mundo hispánico, como esta peruana, no hay igual.
El choleo se dice que nació, para no variar, como insulto despectivo de españoles hacia los nativos de Perú o su descendencia. Cholo era el perro más corriente, y cholo el hijo del negro y la india. Cholos eran los depositarios de la mugre, la ignorancia y la pereza, como cholos eran la mayoría en el virreinato del Perú.
Mugrosos ignorantes y perezosos los españoles, odiadores de sí mismos y de los demás, siempre proyectaron sus propias carencias en los conquistados americanos.
En la actualidad el poder
inaudito de esta palabra no tiene comparación con ningún otro en la lengua
española. El choleo denota odio y desprecio, niega derechos y clasifica en
castas, lastima porque es una daga que va directo al corazón de un pueblo que
se tambalea en los temas de identidad. Cholear es el acto racista que se ejerce
contra la propia raza pues choleadores y choleados pertenecen al mismo universo
genético a pesar de las aparentes diferencias étnicas.
Se cholea al recién llegado de
provincia, al indígena, a los pobres, al mestizo porque el único acto
desesperado que permite sentirse a salvo es la antropofagia por gradación de
colores. En el ábside de las pasiones el peruano no putea a la madre ajena como
nosotros los mexicanos, sino que cholea en un grito que vuelve al otro perro
callejero, espurio, serrano o cholo motoso.
El peruano cholea porque ha sido
víctima histórica de la brutalidad colonial y de la oligarquía mestiza como
pocos en américa, no porque sea blanco y racista; ha obrado en él lo que en
psicología se conoce como identificación con el agresor: choleamos porque hemos
sido choleados durante quinientos años.
El peruano como el resto de los
sudamericanos busca inconscientemente en la raza una superioridad que nunca ha
tenido. La fantasía de ser europeo y conquistador aun domina la mente colonial
de muchos en el sur del continente. Los dominados aspiran siempre a ser como
sus dominadores, se dice. Tal vez los mexicanos hemos apenas descubierto con
asombro este rasgo sudamericano que nos confunde y nos aleja.
La peruana más peligrosa es una
simple palabra que tiene el poder de romper amistades, de llamar a la guerra,
de sumir en la depresión, de sacar los cuchillos. Puede justificar un crimen e
identificar a un presidente. Puede ser un lugar y una industria; Cholibud; o
puede referirse a la chola más grande de todos los tiempos: Laura Bozzo.

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