El mexicano, a diferencia de
otros, es muy apegado a lo propio porque lo suyo le habla sin intermediarios
directo al corazón. Es en el arte popular donde mejor se refleja de modo masivo
el dialogo intimo que se establece entre el mexicano y su creación artística. Y
es Juan Gabriel el artista arquetípico de esta característica mexicana del
mismo modo que, convertido en un clásico, lo es José Alfredo Jiménez.
El mexicano sucumbe a los
intérpretes de su música; pero los intérpretes y autores como Juan Gabriel y
José Alfredo trascienden los niveles sociales, las barreras generacionales
y el estatus educativo por la simple
razón que poseen el dominio de los códigos arcanos del alma mexicana. Ricos y
pobres, cultos y zafios, al filo de las emociones o en la cotidianidad plana, todos
respondemos al llamado del arte que nos identifica.
El arte de Juan Gabriel es pícaro
y festivo como lo es el mexicano en sus fiestas; pero también es desgarrador y
amargo como somos ante la perdida y el olvido. Las canciones de Juan Gabriel
son la banda sonora perfecta en muchos momentos de nuestra vida porque los
mexicanos reímos y lloramos muy parecido; nos gusta vestir o decorar a nuestro
dolor con el mismo entusiasmo que picamos papel de colores para el festejo. Nos
gusta despedirnos con una canción y dar la bienvenida bailando. El arte de Juan
Gabriel y el corazón de los mexicanos se mueven al mismo ritmo.
Los conciertos de Juan Gabriel
están hechos para el gusto barroco de los mexicanos que vibran con la
orquestación sinfónica y la densidad coral que acompañan a sus canciones
populares. Para muchos los conciertos de Juan Gabriel son la ocasión para
cantar y bailar en el fantástico mundo de los colores mexicanos para después
decir adiós, llorar y ver lo solos que nos sentimos en nuestro laberinto.
El arte de Juan Gabriel convoca a
mirreyes y palurdos, a machos y jotitas, a santos y meretrices, a intelectuales
y roqueros; se dice que en su último concierto en Bellas Artes solo la CONAGO
reunió a un mayor número de gobernadores. Se sabe que la clase política en México
y los narco traficantes también comparten el gusto por Juan Gabriel. De hecho
se dice que al momento de capturar a la TUTA una canción de Juan Gabriel
fondeaba el ambiente. En este mismo sentido alguien calculo que en un concierto
en la vegas, con motivo de las fiestas patrias y del día de independencia, la
fortuna de los millonarios mexicanos ahí reunidos representaba el segundo poder
económico de américa después de Estados unidos.
Muy pocos pueden hablar
directamente al corazón de los mexicanos, y muchos menos pueden hacerlo con la
intensidad y exuberancia que lo han hecho José Alfredo Jiménez y Juan Gabriel.
Se dice que el mexicano es un pueblo sensible al arte, pero hipersensible ante
su propia creación artística. Con lo cual no podemos sino sorprendernos del
poder económico y político que acumulan sus verdaderos artistas.

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