El espectáculo del fin del mundo
recorre las calles de México.
Tlanepántla a las 9 de la noche. Era
muy joven y muy delgado, me mostró su rostro, sus ojos tristes, su boca seca
que era una grieta de salitre. Calzaba sandalias, me hablo con un acento lejano
pero familiar. Me pidió una moneda para comprar agua y comida. Al mirarlo quede
petrificado cuando vi que el emigrante centroamericano traía todo el fulgor de
mi ciudad contenido en el brillo de una lágrima.
Tlanepántla es una orilla en el
valle de México, es industrial y muy urbanizado. Posee anchas avenidas,
modernos puentes y un tren suburbano de primer mundo. Este lugar no es una
estación más en el largo camino de la bestia, es el primer punto de encuentro
del emigrante centro y sudamericano con el mexicano de la gran ciudad.
La fragilidad del joven migrante
me lastimo al contraste con la inmensa soledad del bulevar Reyes Heróles;
seguro en Honduras no sabían que las noches en el valle de México son heladas e
imposibles de soportar con una playera delgada. En el salvador debían
desconocer que la geografía mexicana es un desafío que no se puede afrontar en
sandalias. En Guatemala seguro ignoraban que las calles del México industrial
son enormes y poco transitadas.
Al darle una moneda al migrante,
pensé en el país tropical que se quedaba atrás, pensé en alguien que lo
esperaba en Tegucigalpa, me preguntaba por quién se atrevía a cruzar medio
continente, que nombres guardaba como único valor en su mochila, con quien
soñaba en El salvador, como iba a resistir el olvido de Nicaragua. Pensé en los
mutilados por el tren, en los devorados por la bestia, en los extorsionados por
el crimen organizado. Pensé en mis hermanos mexicanos obligados en el pasado a
lo mismo.
El migrante recibió la moneda y
me dijo _ gracias mexicano. Entonces se alejó en dirección de la noche chilanga
en la cual lo mire diluirse entre las luces citadínas.
Al abordar el tren suburbano me surgió
la certeza que entre nuestras vidas difíciles, las terribles son aquellas que
el dejar la patria nos convierte en un eslabón de una cadena infame de
ausencias. Entre Ferrería y Buenavista me di cuenta que las afrentas
nacionales, los odios infundados, las consideraciones raciales valen madres cuando
ante tus ojos se revela el espectáculo del fin del mundo: la migración que
separa familias, que rompe países, que genera soledad, que nos condena al
olvido.
Centroamérica no superara por si
misma todos sus dramas, por humanidad los mexicanos tenemos que hacer algo.
Buenavista 9:45 p.m. La noche
previa a navidad. México 2013.

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