Durante más de diez años Los
presidentes del odio se dedicaron a fragmentar la unidad nacional de sus
respectivos países. Dividieron a sus sociedades entre ellos y nosotros. El odio
alentado desde la cúpula del poder separo familias y acabo con amistades,
además de establecer un clima de intolerancia para el que pensara distinto. Los
estrategas publicitarios del odio y el miedo, como el brasileño Joao Santana,
se enriquecieron como pocos trabajando para los gobiernos de Brasil y
Argentina.
Hoy que se pide cárcel y
destitución para Dilma Rousseff; y que Cristina Fernández está apunto de
enfrentar su destino de corrupta, algunos especialistas reconocen que no es la
crisis económica ni la fragmentación política el peor daño que dejan los
presidentes de la reelección, sino el odio sembrado en cada habitante de sus
países: un odio que costara años de desarrollo y gobernabilidad.
Estos gobernantes se van, pero
dejan una herencia maldita, pues se estima que al menos un 40% de los jóvenes
sudamericanos crecieron envenenados con el odio político y el resentimiento
transmitido de los viejos; con lo cual, poco saben del acuerdo, la tolerancia y
la unidad; a esto se le puede sumar el incremento explosivo en el consumo de
drogas y la sustitución del razonamiento objetivo por el adoctrinamiento
ideológico. Así, una parte importante de la juventud quedo convertida en
cascajo social.
Hugo Chávez se encargó de dividir
a los venezolanos en tiesos contra revolucionarios; Cristina Fernández divido a
los argentinos en cacerolos y progresistas; Dilma Rousseff, Evo Morales y
Rafael correa hicieron lo propio según el manual heredado de las dictaduras
fascistas de Sudamérica: separar a las personas entre buenos y malos, dividir,
sembrar el miedo, construir un enemigo imaginario y dilapidar a los que piensan
contrario. Por eso, los presidentes del odio se van repudiados a pesar de
algunos aciertos en política social.
Andres Oppenhaimer dice que se
acaba la era populista en Latinoamérica; y en Europa vaticinan la muerte del
endriago Priista-peronista-mesiánico-autoritario que se adueñó de la franquicia
de la izquierda en el continente para ejercer el poder en su nombre a pesar de
ser hijos del peor autoritarismo latinoamericano.
En Argentina ganara Macri (si es
que no hay fraude electoral); en Brasil Lula y Dilma irán al basurero de la
historia, y probablemente a la cárcel; Nicolás Maduro enloquecido bañara de
sangre a Venezuela; y los dioses menores, Correa y Morales agotaran sus
dictaduras desde la soledad y el aislamiento.
Para nosotros los mexicanos, que
vamos en ciclos contrarios a Sudamérica, esta es una lección invaluable para no
permitir la instauración del odio entre hermanos, tan útil y atractivo para el ejercicio
del poder autoritario.

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