Nuestro destino natural era la
unidad. Aunque nacimos de la fragmentación de un imperio y nuestras diferencias
a veces nos hacen más primos que hermanos, los americanos de habla española
estábamos destinados, más que ningún otro grupo de naciones a la unida; pero
algo sucedió y la pregunta que nos hacemos desde un continente despedazado es: ¿quién mato a Latinoamérica?
¿Fueron los brasileños que en un
afán por construirse un patio trasero secuestraron a buena parte de Sudamérica
con acuerdos comerciales y organismos políticos de los cuales el mayor
beneficiado ha sido el mismo; o fue la retórica populista de Lula y Dilma que
dividía al sur entre buenos y malos bloqueando a México, el país de habla
española más fuerte para no tener un rival en el área?
¿Fueron las elites
latinoamericanas formadas por oligarcas y fascistas con fantasías imperiales; una
pre moderna clase política localista y ranchera que imaginaba a sus pobres
países como imperios continentales sin advertir que nadie recorre el camino de
la gloria en ojotas o en guaraches. ¿Fueron ellos los que impidieron con su
onanismo mental la unión de los americanos de habla española?
¿O tal vez los asesinos fueron
los medios de comunicación monopólicos al servicio del poder que al reproducir
la retórica del odio profundizaron la fragmentación regional y fracturaron la
natural curiosidad e interés por conocer y acercarse a otras sociedades y otras
realidades?
¿Fueron los resentimientos, la desconfianza y el miedo anidados en el corazón de una historia que hace referencia a invasiones, crímenes y guerras entre vecinos y hermanos?
¿Fueron los resentimientos, la desconfianza y el miedo anidados en el corazón de una historia que hace referencia a invasiones, crímenes y guerras entre vecinos y hermanos?
El polo de poder anglosajón
dividido entre Inglaterra y Estados Unidos ha dominado al mundo; el poder
asiático con alcance universal ha pasado del Japón a China; Europa se unió para
influir en el mundo y proteger sus intereses creando un polo de poder europeo
con sede en Bruselas; y nosotros, NO
los latinoamericanos, sino los americanos que hablamos español, no nos damos
cuenta del poder económico, científico, cultural, alimentario, industrial y
artístico que tenemos para generar un polo de poder que defienda nuestros
intereses y que influya en el mundo.
Es momento de plantearnos con
seriedad nuestra trascendencia universal con lo propio y original, con orgullo
y determinación, corrigiendo nuestro destino bifurcado tantas veces por
intereses ajenos; a los americanos que hablamos español nos unen las palabras
de un mismo idioma y el vigor de un mismo anhelo: ser grandes.
Sin embargo persiste la pregunta ¿Quién mato a Latinoamérica?
Tal vez fue nuestra indiferencia;
nuestra falsa autosuficiencia; tal vez fuimos nosotros que no hemos sabido
reconstruir los vínculos naturales que hay entre todos los americanos que
hablamos español y con quienes tenemos un papel histórico que jugar.

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